Amparo Rivelles, ícono del cine, la televisión y el teatro

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“Ya no me llevo ningún disgusto, y por cosas relativamente importantes, tampoco. Yo me acuesto todas las noches con Amparo Rivelles, y quiero estar contenta con ella y dormir divinamente”, fue una de las declaraciones más recordadas que ofreció la actriz Amparo Rivelles para El País hace dos décadas. El pasado jueves falleció a los 88 años de edad en la Clínica de la Concepción de Madrid, en la que llevaba ingresada varios días.


Nacida en 1925, en Madrid, hija de la pareja de actores formada por María Fernanda Ladrón de Guevara y Rafael Rivelles, irrumpió en el cine a los 14 años y se convirtió en una estrella de la industria de los años 40 que creaba sueños de cartón para un país desgarrado.


Inicios. Amparo debutó en Barcelona a la edad de 14 años en la compañía escénica de su madre, María Fernanda Ladrón de Guevara, con la comedia Siete hermanas, de Leandro Navarro, y sólo dos años más tarde, con quince años, hizo su primera aparición en el cine en la película Mari Juana, de Armando Vidal.


Al comienzo de la década de 1940 firmó un contrato en exclusiva con la productora Cifesa, interpretando papeles protagonistas en Alma de Dios, de Ignacio Farrés Iquino; Malvaloca, de Luis Marquina; Eloísa está debajo de un almendro, El clavo y La fe, de Rafael Gil; Eugenia de Montijo, de José López Rubio o Alba de América, de Juan de Orduña, que la condujeron rápidamente al éxito y el reconocimiento.


“Aquello era una verdadera industria cinematográfica, que se hacían ciento y pico de películas al año. Entonces había muy poca competencia, películas alemanas, que al público español no le gustaban; francesas, que no se han entendido casi nunca. La gente prefería las nuestras. Estaban bien hechas, pero no existía la política, ni el aborto, ni el divorcio, ni el adulterio. Había que hacer películas de época, y suplir el vacío con grandes escenarios, que se hacían maravillas en decorados”, expresó en su momento Amparo Rivelles.


Amparo Rivelles trabajó también con Orson Welles en Mister Arkadin en 1954  y con Tulio Demicheli, en La herida luminosa de 1957.


México. Fue en 1957 cuando viajó a nuestro país para interpretar la obra de teatro Un cuarto lleno de rosas y lo que, en principio iba a ser una corta estancia, se convirtió en un exilio voluntario de más de 20 años.


En 1959, filmó su primera película en México, El esqueleto de la señora Morales, una comedia de humor negro escrita por Luis Alcoriza y dirigida por Rogelio A. González. También filmó La casa de las muchachas (1968), de Fernando Cortés; Indio (1971), de Rodolfo de Anda; Presagio (1974), de Luis Alcoriza, y La madrastra (1974), de Roberto Gavaldón. Además protagonizó obras de teatro clásico como La casa de Bernarda Alba (1980), de Gustavo Alatriste.


Su trabajo en las telenovelas es destacado con títulos como Pecado mortal (1960), escrito por Caridad Bravo Adams, La leona (1961), Doña macabra (1963), Cristina Guzmán (1966), Anita de Montemar (1967), al lado de Sara García. Participó también en Sor Juana Inés de la Cruz, Las momias de Guanajuato (ambas de 1962) y La tormenta (1967).


“México me ha dado mucho. Por ejemplo, las telenovelas, las vilipendiadas telenovelas, sirven muchísimo para los actores, porque te ves los defectos y los puedes corregir, que en una película te lo ves igual, pero no puedes tocarla. Yo amo las buenas telenovelas. Soy bastante cursi en eso, porque para mí el amor es una cosa muy importante. No sólo el amor entre hombre y mujer, sino a los amigos, a la vida, es lo más maravilloso”, opinó respecto a su estancia en el país.


Regreso. Pasiones encendidas (1978), fue la última telenovela en la que participó Amparo Rivelles en México antes de regresar a España y centrar su carrera en el teatro y el cine.


Amparo logró el Premio Goya en la categoría de Mejor Interpretación Femenina Protagonista durante la primera edición de la entrega fílmica, gracias a su labor en la adaptación cinematográfica de la pieza Hay que deshacer la casa, que rodó en 1986 José Luis García Sánchez.


Ese mismo año fue Doctora Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia, siendo la primera actriz en recibir tal honor. A pesar de no haber vivido nunca en Valencia, se sentía muy vinculada a esta ciudad, de la que fue hija adoptiva, ya que en ella estaban sus orígenes.


En la primera década del 2000 Amparo Rivelles centró sus esfuerzos en el teatro obteniendo el Premio Nacional Pepe Isbert, el Miguel Mihura, el Lope de Vega, el Jorge Fiestas de Cine, el Ercilla, la medalla de Oro de Bellas Artes y el Mayte.


“He nacido en el teatro, pero me gustaría morir en casa, no sobre un escenario”, dijo Amparo Rivelles a El País en 2001, cuando su obra Paseando a Miss Daisy cumplía una exitosa temporada en Madrid.


Pese a que en el 2004 anunció que la representación de La brisa de la vida, que encabezaba junto a Núria Espert, podría ser su última obra, dijo adiós a la actuación en enero de 2006 tras una representación de la puesta en escena La duda en Santander.






Amparo Rivelles, ícono del cine, la televisión y el teatro

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