Perfilando

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Américo y la otra Xalapa


Por Iván Calderón


  Xalapa es un lugar de singulares contrastes, es un territorio único.


  Recorrer la capital del estado es complacerse de sus múltiples colores, es saludar a su gente amigable y trabajadora que con el famoso chipichipi o sin él, salen a sus casas a ganarse el sustento diario en esta accidentada ciudad que jamás pensó en ser capital.


  Aquí, en unos meses la actual administración rendirá su primer informe de gobierno como lo harán todos los ayuntamientos, y previo a unas elecciones federales el municipio xalapeño estará dibujado como la ciudad de grandes obras y los excelentes resultados.


  La Atenas veracruzana estará repleta de una reveladora propaganda.


  Indudablemente será el municipio de las cifras históricas, las cuales lograrán vender que se ha alcanzado por fin el progreso y sobre todo la prosperidad que se le había negado a esta población.


  No dudemos que se dibujará a un municipio utópico que ignora las realidades incomodas con una falsa percepción del gobierno ante los ciudadanos.


  Y es que la ciudad que viven la mayoría  los xalapeños parece ser todo lo contrario.


  Paradójicamente el municipio de las inversiones sin precedentes, aún sigue siendo un lugar con calles de tierra, llenas de baches o intransitables.


  En el centro político jarocho la delincuencia y el vandalismo imperan.


  Lo peor, en arterias céntricas de la capital, ciudadanos comunes son víctimas de hechos delictivos que algunos casos terminan en las estadísticas de más vidas perdidas.


  Para muchos, Xalapa sigue siendo el territorio de las promesas incumplidas.


  La gente vive con miedo de que se metan a robar a en sus domicilios, son impotentes por la ineficacia de los servicios de emergencia, pero prestos a que las corporaciones los someta en operativos de fines de semana.


  Es una verdad, esta ciudad y al igual que todos los rincones de Veracruz presentan casi los mismos problemas, los cuales se les quiere dar solución en las aguerridas campañas políticas, pero que nadie cumple al llegar al gobierno.


  Las realidades de Xalapa no se ven desde las oficinas, se observan caminando por las calles y platicando con los ciudadanos.


  Tristemente los temas más recalcitrantes son la marginación y la inseguridad.


  A pesar de los esfuerzos, nada, ni nadie pueden hacer que los índices de pobreza disminuyan o que la delincuencia se detenga.


  Existe un Xalapa que discrepa con las intenciones del actual alcalde Américo Zúñiga, quién se ha dedicado más a demostrar que su administración es transparente que en atender la problemática de los diferentes sectores de la sociedad.


  Xalapa antes era una ciudad tranquila, era incluso un lugar lleno de paz donde los enamorados sin empacho se ocultaban entre la espesa neblina o donde familias enteras podían salir a caminar sin miedo a ser asaltados.


  Pero angustiosamente todo cambió, y recelosos de ser victimados hasta por sus propias autoridades los pobladores de este hermoso lugar viven con un fundado temor.


  Se sabe que la atención es de los dos niveles de gobierno, pero ojalá que el alcalde xalapeño deje de pensar en los sueños del 2016, acepte su realidad y se ponga a trabajar en serio.


  Américo Zúñiga tiene un gran potencial.


  El munícipe xalapeño es una gran promesa y ejemplo de lo que la juventud puede hacer dentro del ejercicio público.


  Pero hasta el momento Américo les está quedando mucho a deber a su pueblo.


  Las obras de infraestructura aunque escasas son una obligación, pero los habitantes del Xalapa que no se ve, aquel que no sale fotografías, anhelan salir de su eterna marginación y sobre todo vivir nuevamente en paz.


  Aún está a tiempo de recomponer el camino y que esto no sea un destello más por los centroamericanos.


A sus órdenes.


@IvanKalderon


ivancalderon@outlook.com



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