Filmes mexicanos generan opiniones divididas en Cuba

El 35 Festival de Cine Latinoamericano de La Habana comenzó sus actividades con un cortometraje, donde un proyeccionista entierra una lata de celuloide en la tierra. De allí sale el logo (una forma de tronco sin hojas) del certamen, con el significado de que el celuloide ha muerto y sólo queda el pródigo hijo digital que predomina en la cinematografía actual.
Esta enormidad deviene automáticamente en una calidad inferior estéticamente. Cuando algo es fácil y abunda, pierde mérito- así es como en Cuba la gente derrocha el agua sin problemas, siendo prácticamente gratis, y de las pocas cosas que sobran.
A dos pesos moneda nacional la entrada de cine (es decir que una docena de entradas hacen un dólar), las salas de cine están prácticamente casi siempre llenas. El público cubano es maravilloso: encarna lo que ve y lo exclama en voz alta. Así en Club Sándwich, film mexicano, cuando el protagonista se pone el bikini de su madre, un sonoro “‘¡¡ohhhh!!” invadió la sala, inclusive con alguien que chilló: “¡Nooo!”.
Bocaccerías Habaneras, film cubano de Arturo Sotto, causó una ovación de aplausos y risas entre el público que se sintió plenamente identificado con su humor vernáculo, sin juzgar su lenguaje televisivo de planos contraplanos, situaciones clichés dignas de telenovelas de Miami, y una narrativa pobrísima no ya sólo técnicamente, sino tediosa para quien no celebra el chiste local.
Tanta Agua, coproducción uruguaya-mexicana-holandesa, se proyectó en las primeras jornadas, que aborda la vida de Lucía, quien tiene 14 años y tiene una vida llena de decepciones, se presentó en medio de opiniones divididas sobre la temática.
Filmes mexicanos generan opiniones divididas en Cuba